viernes, 11 de marzo de 2016

EL LOCO SUÁREZ
Luisito Noguera, el nieto de "El Viejo Ramón", corría ansioso para ocultarse rápido del resto de los muchachos que disfrutábamos el juego de La Libertad. De pronto paró en seco y se quedó inmóvil a mi lado por unos instantes. Quería decirme algo pero no se atrevíó,  en medio del silencio y la soledad.

Habíamos llegado al recinto privado más amplio de ese lugar, después del que habitaba el viejo Ramón con su larga familia quien era, y seguiría siendo por el resto de sus días, el mayor de los varones y el vitalicio jefe único de la comunidad.

El aposento de al lado pertenecía a Víctor Manuel Aguirre,  usufructuario de una de las áreas más cómodas no sólo por tratarse de un destacado intelectual del barrio sino también el más admirado por sus dotes artísticas y literarias. Todos los domingos a las 10 de la mañana se adueñaba de una gran audiencia causando admiración y entusiasmo en niños, jóvenes y adultos quienes, a través de las ondas de la La Voz de Barranquilla, disfrutaban de sus décimas improvisadas y cantadas en competencias musicales en el programa denominado "El Punto Criollo", réplica de uno similar que se emitía en las madrugadas por la emisora "Radio Habana Cuba" el cual el señor Aguirre tenía el privilegio de escuchar por ser él el único habitante de la vecindad que disponía de un radio receptor de Onda Corta en el que su mujer, también privilegiada, escuchaba episodios adelantados de la radionovela El Derecho de Nacer con sólo sintonizar La Voz de La Heroica de Cartagena.
Tan pronto desvió su atención y dejó de mirarnos la muchacha que estaba acurrucada en el taburete de enfrente, Luisito se me acercó al oído y me susurró: "esa es Yaco". No le entendí y le interrogué en voz alta: "Yaco?". Como un resorte salió disparado el nieto de don Ramón y yo detrás de él hacia el símbolo de la libertad pero tan pronto pudimos tocar el poste me reprendió:
 - Tenías que hablarme en voz baja al pronunciar esa palabra                aunque estuviera dicha al revés!- 
Sólo entonces logré comprender por qué todos los años, cada 25 de Diciembre, Raulito exhibía la cometa más grande y el triciclo más vistoso de la vecindad y sus alrededores.  
Otro día de la siguiente semana volví a encontrarme con Orlando, hermano de Luisito y sobrino de Hugo, en el patio comunal. 
En el lado de la sombra de la calle principal, junto al portón de zinc y recostado contra la entrada de la salita, el hermano de Hugo, dialogaba con una amiga sobre las delicias del ritmo tropical que recién había salido de las disqueras nacionales. Nadie hablaba en esos días de cosa diferente al  Merecumbé y ahí estaban Ricardo y su compañera sintiéndose abrazados entre sí emanando emociones sentimentales y cubiertos por las notas etéreas de "Ay, Cosita Linda!", melodía que no paraba de sonar en las emisoras. Ricardo alegaba que ese ritmo tan pegajoso debía ser cubano y la muchacha sostenía que su inventor, Pacho Galán, había nacido y vivía en el vecino municipio de Soledad. 
Fue entonces cuando allá a lo lejos -ya eran como las cinco de la tarde- ví venir un hombre zaporrito y ataviado de una manera muy singular. Pantalón y chaqueta de paño oscuro, camisa blanca manga larga, corbata azul rayada, unos mocasines con la suela descosida y sostenía un tubo de hierro en la mano derecha. Aún lo tengo muy grabado en la mente porque era una vestimenta tan incómoda e inadecuada para una ciudad tan calurosa como tan extraña para el clima tórrido por el oscuro, casi negro, color del paño de la vestimenta. Otro personaje así de pintoresco sólo volveríamos  a verlo en la escena citadina muchos años después cuando el General Gustavo Rojas Pinilla en un hecho sin precedentes, luego de haber gobernado el país por el golpe de estado que le dió a Laureano Gómez y después de haber sido destituído y condenado por el Congreso a la pena de destierro, una especie de extradición dentro del país, y a la pérdida de la nacionalidad colombiana por indignidad, recuperó sus derechos políticos y, con las listas cerradas del partido político que fundó, la Alianza Nacional  Popular, ANAPO, arrastró y eligió a muchos desconocidos entre ellos al primer concejal de estrato cero de la ciudad de Barranquilla: Claudio Urruchurtu. 
Gran sorpresa me llevé cuando me dí cuenta de que el tubo metálico que traía el pintoresco tipo de la chaqueta de paño no era para atacar  a nadie sino para marcar la clave acompasada golpeando con ritmo y armonía  las láminas de zinc del portón gigante que  El Viejo Ramón alquilaba como parqueadero a los carremuleros del sector.
Hugo, hijo menor del viejo Ramón y quien padecía una enfermedad incurable para esa época, se divertía sanamente con la única tonada que salía de la garganta del Loco Suárez mezclada con las notas metálicas de la superficie corrugada de unas láminas de zinc,  todos los días a las cinco en punto de la tarde.
La canción tenía un ritmo alegre y pegajoso pero era muy vulgar. Era como un chiste  verde sobre un pentagrama. Jamás ha sido difundida por las emisoras porque siempre estuvo prohibida y sólo vine a obtener la versión original veinte años después, ya graduado de Ingeniero, en un almacén musical de la calle San Blas llamado Discolandia. Era un disco de acetato en formato análogo de 45 RPM, que tenía el Sello Ciego porque estaba prohibido divulgar ese tipo de música a la luz del día. 

El Loco Suárez, como le decíamos los pelaos, se inmortalizó, pues, con su único concierto diario ejecutando, con un tubo de hierro sobre una lámina de Zinc, esa canción de la autoría intelectual del fallecido y laureado folclorista Don José María Peñaranda,
"La Opera del Mondongo", que está publicada en este Link de youtube:
 https://www.youtube.com/watch?v=sCcyICxOmyY